lunes, 6 de mayo de 2013

El Don de amar


El Don de amar
Autor David Gómez Salas

Cuando estudiaba la flora y fauna de los estuarios y costas del golfo de México, acostumbraba ir los sábados en la tarde, a la cantina “El Camarote”. A tomar ron frente al mar, al lado del viejo muelle marítimo de carga de Puertos Libres Mexicanos. 
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A pesar de los fuertes olores de los residuos de pescado y los baños sin ventilación, me gustaba ir a “El Camarote” porque ahí acudían muchos poetas, bohemios y amantes de la conversación. Los precios de los tragos, canciones y bailadas eran económicos. La botana gratis y abundante. 
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Una noche escuchaba cantar a la Sirenita, una mujer muy popular y querida por todos los parroquianos más frecuentes. La Sirenita tenía una voz cálida, ideal para interpretar bolero romántico y canciones del género ranchero. Al caminar mecía las caderas y resaltaba su diminuta cintura, motivo de su nombre artístico. La acompañaba Pedro el guitarrista. 
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Esa noche la Sirenita al cantar decía: “No debes tener dos amores, es muy complicado besar en dos bocas…” Es una canción muy vieja, que se escuchaba con reiteración en las cantinas del sureste de México. 
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Le pregunté mi amiga Mirjana su opinión sobre la letra de la canción. Ella era serbia de nacimiento, pero tenía más de cinco años viviendo en el pueblo; y era asidua de “El Camarote”.
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He amado a muchos hombres—me respondió. Los he amado de verdad, tengo el don de amar. No sé para cuantos me alcance este don, pero me enamoro continuamente. En algunas etapas de mi vida tuve dos amores y si es complicado, pero amaba a los dos y no podía dejar ninguno de los dos. No los engañaba, los amaba.
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Y con naturalidad agregó: Con cada amante mi relación, incluyendo el sexo, fue apasionada. Siempre dialogué con el mayor respeto y jamás traicioné alguno de sus secretos que me confiaron. La solidaridad entre nosotros fue incondicional y la lealtad en nuestras vidas fue inquebrantable. La amistad fue profunda y siempre hubo amor de mi parte.
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Estoy sorprendido positivamente—contesté. 
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La respuesta de Mirjana me mostraba que tener dos amores no era solo un asunto que podía ser explicado desde el punto de vista cultural o religioso, como el caso de la poligamia. Ella incluyó en su respuesta aspectos filosóficos. 
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Salud Mirjana, mi integra amiga—le dije. Levanté mi vaso con ron y brindé por ella. No dije más. 
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A partir de ese momento mi mente regresó a la cantina, pues durante el tiempo que había estado escuchando su opinión, había dejado de escuchar el ruido tradicional de la cantina. 
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De nuevo oí el ruido que provocaban las risas, pláticas y gritos de los parroquianos; y me quedé a escuchar la siguiente interpretación de la Sirenita, que curiosamente decía: “Yo para querer no necesito una razón. Me sobra mucho, pero mucho corazón…”

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