lunes, 23 de octubre de 2017

La suerte de ser mujer

La suerte de ser mujer © David Gómez Salas
Soconusco Anthology
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Julieta nació en Chiapas y fue hija de Gina quien era originaria de Italia y se mudó a vivir al Soconusco en la época de segunda guerra Mundial.  Julieta se casó con un “bolo” costeño de nombre José Manuel, a quien de cariño lo llamaban Chema. En la costa de Chiapas le dicen bolo al borracho, ebrio o beodo.
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Chema bebía alcohol de tiempo completo por lo que cada peso que ganaba, lo gastaba en su vicio. Así que nunca tenía dinero para pagar la renta de una casa y mucho menos para comprarla. Era un personaje palabrero que aconsejaba, discutía de todo, sabía poco y era proclive al fraude. Dice un refrán ´popular: Si te emborrachas tienes un problema, si además te gusta hablar, tienes dos. Chema tenía al menos tres problemas, por su tendencia a la estafa.
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Por esa situación a Julieta no le quedó otro camino que mudarse vivir a casa de su madre Gina, ahí podía vivir sin pagar renta y además comer las frutas de los árboles del patio trasero, que los daban en carretadas.
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En la esquina norte de la manzana donde se ubicaba la casa de Gina y en la cual vivió Julieta, se localizaba una cantina cuyos propietarios eran amigos de infancia de Chema y le vendían alcohol, fiado (crédito). Como dicen: hay amigos que llevan a la ruina.
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Julieta y Chema se mudaron a casa de Gina con sus 6 hijos, 2 perros, 2 gatos, un loro, un mono araña,  3 autos, 6 roperos, 30 macetas, sala, comedor y todos sus muebles. La casa de Gina quedó hacinada y además ocuparon casi todos los árboles para colgar sus hamacas. Tendían la ropa por todas partes, se parecían a los inmigrantes llamados gitanos húngaros, que llegaban a la costa de Chiapas a leer  la suerte, adivinos.
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Julieta y Chema, dijeron que estarían en casa de Gina solamente unos días, pero pasaron años y nunca salieron de aquella casa. Ahí permanecieron, sin pagar renta,  hasta que murió Gina y después de su muerte se quedaron con la casa para siempre. Las actitudes presuntuosas de la familia de Julieta hacían ver la sabiduría del refrán popular que dice: “Vivir en casa ajena y pegarla de dueño”.
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En algunas fiestas familiares, Julieta tomaba unos tragos y afloraba su sentimentalismo, lloraba y decía que deseaba tener una residencia de lujo porque sus hijos estaban acostumbrados a vivir con pompas y comodidades. Eran tres hijos y tres hijas que Dios les había enviado, en forma alternada un hijo, una hija, un hijo, una hija; sucesivamente. Los hijos heredaron el gusto por el alcohol, el cigarro, el ocio, lenguaje vulgar,  trabajar poco o nada, ser vanidosos, y sumarse a las fiestas a la menor oportunidad.  Hablaban de grandes proyectos, grandes ideas, pero nunca hacían nada, Su lenguaje corporal era ridículo, como diría Canek “tenían dengues de doncellas”.
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Chema y sus hijos, participaban en todas fiestas que se realizaban en Tapachula y poblados aledaños. Vivían en un jolgorio permanente, simulando poseer riquezas. Adoptaron de corazón todas las costumbres chiapanecas en que se bebía alcohol y sus vidas fueron de celebración perpetua y feliz a su manera. Sin respeto a ellos mismos, poco les importaba que sus estafas fueran descubiertas y comentadas por sus familiares, amigos y conocidos.
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En el año de 1957, vi una película llamada la suerte de ser mujer (La fortuna di essere donna), con Sofía Loren que interpreta a una joven que deseaba ser modelo y actriz;  y paulatinamente va perdiendo su sueño, porque los hombres que cruzaron por su vida, en lugar de amarla y apoyarla, solo se aprovecharon de ella.  Julieta me recordaba esa cinta, no porque haya tenido amantes en su vida, no me refiero a eso. La analogía se me ocurría porque su esposo e hijos, que se suponía la amaban, únicamente la manipulaban para vivir a sus expensas, ella ni siquiera reconocía que su familia destruyó sus sueños y definitivamente su vida. Nunca se sabe si una persona se corrompe por amor o lo usa de pretexto para desarrollar su propio carrera de fraudes y mentiras.
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En la película Sofía Loren interpreta a una joven llamada Antonietta que es fotografiada cuando se está arreglando la media y esa foto se publica en la portada de una revista. Su novio pretende demandar al periódico pero ella decide aprovechar esa publicidad para conocer gente influyente en el mundo del espectáculo y la moda. Sigue una dieta para adelgazar y logra trabajar con el fotógrafo que la fotografió para la revista. Posa varias sesiones vestida solo con una toalla en una escenografía de ruinas romanas.
Conoce un aristócrata maduro muy educado y se propone conquistarlo, así que aprende a conducirse como persona de alta sociedad, una gran dama con recursos económicos, porque está convencida que el dinero atrae más dinero.  En esta búsqueda de riquezas Antonietta es utilizada y manipulada mediante promesas éxito y fama. Sin que se pueda considerar totalmente una víctima inocente, pues la búsqueda de dinero fácil es una constante.
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Julieta cerraba los ojos de la razón e ignoraba el lenguaje vulgar que usaba Chema y sus hijos, no reaccionaba ante las conductas de pereza que mostraban su esposo e hijos, siempre encontraba una explicación para justificar los continuos líos judiciales de Chema. Todas las malas acciones las justificaba o bien fingía no darse cuenta que sus hijos eran holgazanes extremos; Julieta deseaba creer no había educado a sus hijos para ser delincuentes, que no los había acostumbrado a obtener el dinero fácil. Le resultaba natural que sus hijos no tuvieran presente que vivían en casa de su abuela y debían dejar espacio a su abuela. Sin embargo con sus autos, muebles viejos, juegos y mascotas, redujeron el espacio a Gina en su propia casa.
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En la película Antonietta poco a poco va perdiendo su autoestima y se acostumbra a aceptar situaciones que no había imaginado antes que llegaría consentir y somete su carácter auténtico para manifestarse como una mujer que personifica el glamour, la elegancia y sofisticación. El dinero define su manera de ser, su objetivo.
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La casa de Gina tenía en la parte posterior un pequeño patio con árboles de guarumbo, mango, nance, tepezcohuite, guanábana, marañón, papausa, paternas, chicozapote, caimito, limón, plátano, chile y cerca de un centenar de pantas de ornato; una mini selva que solo en el trópico húmedo es posible. Estas plantas padecieron maltrato por parte de Julieta, su familia, mascotas y amigos. La naturaleza se encoge cuando el materialismo crece
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Julieta y Antonietta muestran, en la película de la vida, partes de una sociedad decadente, con fingido estilo de vida resplandeciente y fatuo. Sin reflexiones ni escrúpulos, ganar dinero fácil parece ser a lo único que juegan, en un mundo materialista en el que tampoco han logrado triunfar.
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Chema creía que el alcohol hacía realidad las fantasías, pero solo le restaba calidad y tiempo a la vida…
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Día y tarde el viento movía suavemente las ramas y hojas de los árboles y plantas medicinales, parecía que estos árboles acostumbrados a curar a las personas de enfermedades y accidentes como: hipertensión, diabetes, diarrea, quemaduras, cortadas, raspones, torceduras y esguinces; también deseaban sanar a la familia de Julieta, entregada casi de tiempo completo al agasajo, el trago y la jactancia.
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Las compasivas miradas de las hojas de los árboles fueron ignoradas, como fueron ignoradas las luces enviadas por la luna y las estrellas, que se preocupaban por ellos. La familia de Julieta no tenía tiempo para sentir el amor de los árboles y el cielo. Como alguna vez dijo el poeta Quintanarroense Domingo Argüelles: habían aprendido de las rocas, su insensibilidad.
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Como lo expresara el poeta Rubén Darío: “Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo; ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.
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Así recuerdo esta historia sobre mi paisana Julieta, chiapaneca descendiente de italiana. Cuya remembranza ha quedado escrita en mis relatos sobre mi Soconusco. Miles de historias que sucedieron en esa tierra de inmigrantes. Tierra pródiga donde se aprende a percibir la ternura de los árboles, la música de sus hojas con el viento y los procesos incansables que suceden en el interior de sus tallos y constituyen hermosas esculturas.
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Paraíso inundado con ternura día y noche; donde besa y enamora el agua, el aire, las lluvias y tormentas; que invita a vivir inmerso en sus ríos y cascadas; y amar sus exóticas selvas, frutos y flores. ¿Quien al vivir en el Soconusco no ha sentido que puede volar como sus aves de múltiples colores? estimulado por la intensidad del mar abierto y turbulento, el sol vivo y calor húmedo en todo momento. ¿Quien no ha soñado en alcanzar sus ideales escuchando el croar de las ranas y el zumbido de las chicharras? motivado por la maravilla de su naturaleza.
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Julieta tuvo grandes ilusiones sobre su porvenir, confiaba en lo pródigo que es el Soconusco, pero ni la fuerza y esplendor del trópico pudo vencer al alcohol, disponible en aquella sucia cantina que se ubicaba a solo media cuadra de su hogar. Su vida cotidiana transcurrió en un ambiente degradado sin escrúpulos, dedicados a arrebatar a los demás ¡lo que se pueda!

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