sábado, 27 de julio de 2013

El Diablo no va al panteón


El Diablo no va al panteón
Autor David Gómez Salas

A los 13 años jugaba con dos  amigos a demostrar que éramos valientes, jugábamos algunos domingos a las doce de la noche en el Panteón municipal.

El juego consistía en que uno de nosotros brincaba al interior del panteón y dos permanecían en el exterior  junto a la barda del límite del terreno;  y desde ese punto observaban al que estaba dentro del panteón.

El panteón tenía en su interior calles angostas y algunas lámparas que proporcionaban una iluminación media, suficiente para poder caminar e insuficiente para realizar otras actividades como leer.

El que estaba dentro del panteón caminaba aproximadamente 30 metros hasta llegar a una capilla negra, la única de todo el panteón. La mayoría de las capillas y losas eran de color blancas y  grises, también había capillas con algunas partes de color oro, plata, azul y rosa. Pero esta capilla era totalmente negra.  Parado a un lado de la capilla negra y dando la espalda a sus compañeros esperaba a escuchar las campanadas de la iglesia San Roque, anunciando que eran las doce de la noche.

Al terminar la última campanada debía de gritar fuerte tres veces :

--!Diabloooo, ven!

--¡Diabloooo, ven!

--¡Diabloooo, ven!

Los gritos debían ser muy fuertes para pudieran ser escuchados por los amigos que observaban fuera del panteón. Después de gritar, debía girar y caminar lentamente hacia el punto donde estaban los otros dos compañeros.  Np se valía caminar aprisa y menos correr.   Finalmente, sin prisas, debía saltar la barda para salir de panteón y reunirse con sus compañeros.

Así nos demostrábamos  que no teníamos miedo. Nos alternábamos para entrar al panteón y quedarse afuera.  Lo jugamos juntos seis veces, dos veces me tocó llamar al Diablo.  No pasó nada, nunca se apareció el Diablo y no jugamos más aquello.

Otra noche que caminaba, solo, por la banqueta fuera del panteón, me habló un señor que estaba en el interior del panteón.

--¡Niño, niño!  ¿Porque has llamado al diablo, en el panteón? ¿Acaso no sabes que el panteón es un sitio exclusivo para los muertos?--Me cuestionó.

Al Diablo no lo vas a encontrar entre nosotros, los muertos.  No tiene sentido que él venga a pervertirnos, nosotros no tenemos la opción de pecar.  No existe forma que él entre a nuestro interior, no tenemos alma, él únicamente habita en los vivos.

Los vivos al existir (vivir) tienen alma que la pierden al morir.  El alma es el botín por el que pelean el bien y el mal.  Los muertos al existir (mortar) solo tenemos un núcleo subatómico llamado Nuim, que no le interesa ni al bien ni al mal.

El Nuim es inmortal subsiste en los vivos y en los muertos, no va al cielo ni al infierno, solo permanece en el universo. Es materia con información subatómica para dar origen a la vida.  Al mezclarse con un alma, da origen e identidad a un nuevo ser vivo.

Los seres vivos nacen a partir de los muertos . Cada vida que surge de un mismo muerto es siempre diferente e incomparable y no recuerda las experiencias de otras vidas.

Al morir se es siempre el mismo muerto. Se recuerdan las experiencias de todas las vidas con el mismo Nuim.  Pero no podemos identificar, ya muertos, a los seres que conocimos vivos.

Entre los muertos no hay forma de encontrar a la novia, la esposa, hijos, padres ó amigos, que tuvimos en alguna de nuestras vidas. Los muertos solo podemos reconocer a los que siguen vivos, por eso tiene sentido que los muertos visitemos a los vivos.

Los vivos no pueden reconocer  a los muertos, por eso vienen al panteón solo a recordarlos, no intentan verlos.  Pero tú que viniste a ver al Diablo ¿Te animas a pasar a ver a los muertos?  ¿Quiere pasar, niño?

---Bueno, este.. me han dicho que el Diablo huele feo, que huele a azufre. Y también me han dicho que los muertos huelen feo. No sé como huele el azufre, pero... me parece que usted no huele muy bien. No podría saber si usted es el Diablo o es un muerto. Pero mañana regreso con un policía. --- contesté y me retiré corriendo.

Mientras huía, pensaba:
Que diablo, ni que muerto... pin*@/#& loco siniestro.

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