© David Gómez Salas
No hay ciegos, hay miedo
indiferencia, flojera, hastío,
complicidad involuntaria
y almas sin brío.
¿Y el viento? ¿Y el sol?
¿Y la música? ¿Y la poesía?
Me aferro a la raiz de mis raices,
núcleo de mi alegría.
Me arrimo a las almas
de mi gente buena.
Rescato de la noche
la bellezas de mi luna llena.
Y vivo en la selva,
en el estero y en la costa.
Esperando tormentas que,
por casualidad o aposta,
limpien los pantanos del
lodo putrefacto.
Esperanza sin futuro,
luces que no alcanzan
a superar las sombras
de tenebrosas alianzas.
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