Escape de la Islas Marías - Autor David Gómez Salas
Cuento dedicado a la Bahía de San Blás
Las islas Marías son cuatro islas localizadas en el
océano Pacífico a 112 kilómetros de las costas del Estado de Nayarit, México.
La mayor de las islas, María Madre, tiene una superficie
de 145 kilómetros cuadrados y ahí se encuentra el Penal Federal de Islas Marías
desde el año 1905. Las otras islas: María Magdalena, María Cleofas y San
Juanito, son más pequeñas.
Al inicio de su creación, al penal de las islas María
eran llevados los reos más peligrosos y los siempre negados presos políticos. Pero
en en los años setenta, llegaron a la isla reos de baja peligrosidad bajo un
sistema de libertad reglamentada, que incluía la convivencia familiar, un
sistema que permitía la readaptación social de los presos.
Para desmoralizar a los reos, les decían que las aguas
estaban infestadas de tiburones que los atacarían si se alejaban a nado de la
isla. Sin embargo los que pescábamos en esta zona sabíamos que ya no existían
muchos tiburones, porque habíamos pescado en exceso. Vendíamos la aleta seca a
70 dólares el kilo.
Convencí a Martín y al Pedro para escapar de la Colonia
Penal Federal Islas Marías. Fue fácil convencer a Pedro, porque estaba decidido a todo, debido a que
lo había abandonado su novia. A Martín también lo habían abandonado, pero estaba
menos afectado.
Martín llegó al penal con su mujer Natividad (Naty).
Pedro llegó con su novia Priscila (Pris).
Mi compañera fue Inés, que murió de una enfermedad.
Al transcurrir casi un año Naty abandonó a Martín, se juntó con un guardia llamado Genaro. Priscila
abandonó más rápido a Pedro, a los seis meses de su llegada se juntó con Eulogio,
otro custodio.
Los tres teníamos motivos para desear no ver más aquel
lugar y algunos de sus habitantes.
La Isla María Madre estaba vigilada por la infantería de
Marina y estaba prohibido acercarse a la isla a una distancia menor a 12
millas. Sin embargo de noche es posible acercarse a la costa y retirarse pronto
sin ser descubiertos. Por eso que mi idea fue salir nadando de noche y abordar
una lancha a 100 metros de la costa.
De San Blás a la Isla María Madre hay una distancia, en
línea recta, de 114 kilómetros (72 millas náuticas). Esta distancia se podría recorrer en cuatro horas, a una velocidad 18 nudos,
que es la máxima que desarrollan la mayoría de las lanchas de los pescadores. Normalmente
se recorre en 5 horas y media. Navegando
con tranquilidad, siempre y cuando, existan buenas condiciones de viento,
oleaje y corrientes marinas
Es fácil acercarse a la isla y retirarse pronto, sin ser
descubiertos. Cualquier pescador puede ir de noche a la Isla María Madre y
regresar a San Blás, utilizando una brújula. Se puede atracar cerca de la Isla
María Madre en las coordenadas: Norte 21º 34’ 00” - Oeste 106º 29’ 35” y en San
Blás en las coordenadas: Norte 21º 31’ 33” - Oeste 105º 17’ 12”.
Así que la libertad se podía obtener, con una lancha. Necesitaba
conseguir quien me apoyará con una lancha, tenía varios amigos pescadores de
confianza, uno de ellos: El Oxígeno.
Martín creía que el mar estaba infestado de tiburones y
atacarían a quién se arrojara al agua.
Conozco la zona—Le dije. Le expliqué que hace muchos años
estuvieron pagando a setenta dólares el kilo de aleta seca de tiburón y por eso
había muy pocos tiburones.
Los guardias pasaban lista a los presos tres veces al
día, la primera vez a las cinco de la madrugada y la última vez a las ocho de
la noche. A partir de las nueve y media de la noche hay toque de queda, nadie
puede salir de su vivienda. No se puede estar en la calle, ni en otro lugar que
no sea su casa.
El mejor momento para escapar es inmediatamente después
de que se da el toque de queda, porque se tiene el resto de la noche sin que
pasen lista. Pero como también hay que cuidar no ser vistos por los otros
presos y habitantes, conviene esperar a que duerma la mayoría. Las once de la
noche es buena hora.
Así que salimos a las once de la noche, nos arrastramos
hasta la playa, para lanzarnos al mar y nadar hasta el punto donde nos esperaba
"Oxígeno" con su lancha "Rosario de Fátima". Como ya sabíamos que se requiere fuerza para arrastrarse hasta la playa y nadar la lancha, habíamos entrenado jugando
el juego llamado "los caimanes", que consiste en avanzar
arrastrándose con los codos.
Cuando subimos a la lancha, Oxígeno nos dijo que en caso
de ver una lancha patrulla debíamos tirarnos de inmediato al agua. Nos entregó
a cada uno, un juego de ropa compuesto por short, camiseta, chaleco salvavidas
y aletas. La ropa y demás cosas eran de color negro, para que fuera difícil que
nos vieran en el agua.
En caso de que nos arrojáramos al mar, "Rosario de
Fátima" continuaría el viaje a la costa para que al ser interceptada más
adelante, solo encontraran en la lancha Oxígeno, Yaco (su hijo y ayudante) y lo
que habían pescado ese día.
Oxígeno me dio una brújula para que al nadar de noche
pudiera orientarme a la costa. También me dio una pequeña lámpara para ver la
brújula y hacer señales en caso necesario.
Nos entregó un frasco que contenía una crema de
elaboración casera. La elaboran con un producto artificial que le llaman esperma
de ballena, al cual le agregan extractos de ruda y ajo. El esperma de ballena
artificial es insoluble en el agua de mar. Este producto sirve para que no se acerquen los tiburones. Nos
untamos la crema en brazos, cuerpo y piernas.
Después de cambiarnos de ropa, la que traíamos puesta la
metimos en una bolsa de red plástica y la cual atamos a una piedra que nos dio Oxígeno
y la arrojamos al fondo del mar.
Si se tienen que arrojar al agua, no se preocupen. Un
amigo, el Memín, estará al pendiente de ustedes y si nota que regreso a San
Blas sin ustedes, él saldrá en su lancha a buscarlos--Nos dijo Oxígeno.
Memín navegará haciendo una señal con una linterna para
que ustedes sepan que es él. Será una
luz larga, tres luces cortas, una larga,
tres cortas; repetidamente. Cuando vean la señal, encienden la lámpara para que
él pueda verlos.
El plan era simple, podía funcionar. Para evitar que una
lancha patrulla nos encontraran en la lancha de Oxígeno, debíamos tirarnos al
agua en cuanto viéramos una patrulla que pudiera acercarse a la lancha en que
viajábamos y Oxigeno seguiría navegando a la costa cambiando ligeramente el
rumbo de la lancha.
Eran casi las dos horas de la madrugada cuando observamos
que venía una lancha y por lo tanto nos tiramos al mar.
Oxígeno continuó navegando "Rosario de Fátima"
rumbo a San Blas. Aquella madrugada el
cielo estaba nublado, no se veía la luna, ni las estrellas.
El agua estaba fría y gracias a Dios el mar no estaba
agitado. Yo iba al frente, atrás a mi izquierda Martín y atrás a mi derecha
Pedro. Nadamos rumbo al Este. Martín estaba asustado y a cada rato imaginaba
ver tiburones.
No te preocupes, los tiburones no comen lo podrido—dijo
Pedro a Martín. Pero es mejor que te coma un tiburón, así tu alma queda en el
animal, no se la lleva el diablo al infierno
Creo que no vendrán por nosotros. el agua está cada vez
más helada, ¿Cuánto dura el ungüento que nos pusimos?—dijo Martín.
No se quita con el agua, dura mucho. Vamos a nadar con
calma, para que evitar un calambre—contesté.
¿Cómo se quita?—pregunto Martín.
Con gasolina o con alcohol—dijo Pedro.
Le atinamos a una noche oscurísima, no nos verá ni
Dios—dijo Martín.
Hace mucho tiempo que Dios no te ve—contestó Pedro
Después de estar cerca de una hora en el agua, se
aproximaron a nosotros, dos lanchas provenientes del Este. Nos quedamos quietos y las lanchas pasaron de
largo.
¿Quiénes serían?—preguntó Martín. Yo creo que la policía,
ya habrán avisado al puerto, por radio. Se contestó el mismo
No vi que hicieran la señal convenida—les dije.
Hay que hacerse a la idea de que seguiremos nadando hasta
la Playa—dijo Pedro.
Más o menos otros tres cuartos de hora después,
regresaron del Oeste las lanchas. Esta vez pudimos ver que hacían la señal
convenida. Una luz larga, tres cortas. Pero como eran dos lanchas no encendí la
lámpara y las lanchas nuevamente pasaron de largo.
Debiste encender la lámpara, las dos lanchas hicieron la
señal—me dijo Pedro.
Lo raro es que son dos lanchas—respondí
Que tal vino a buscarnos el Memín y otro compa. Con dos
lanchas se puede revisar mejor—dijo Pedro
Si regresan encenderé la lámpara—contesté.
Y pasó casi otra hora para que viéramos de nuevo las dos
lanchas que aparecieron en el Este, esta vez venían más al norte de nosotros.
Encendí de inmediato la lámpara para que nos vieran y por
las prisas no esperé a ver si hacían bien la señal. Y después de dos o tres
minutos nos vieron y se dirigieron a nosotros.
La primera lancha que llegó era de la guardia costera.
¡Chin! Volveré a ver a la Naty—exclamó Martín.
Y yo a la Pris—dijo Pedro
Yo simplemente no puedo volver a la Isla—contesté. Pensé
en sumergirme y nadar hacia el suroeste.
Repentinamente oí: ¡Ya la hicimos, mis cuates! Era la voz
del Oxígeno, gritando.
La lancha de atrás era "Rosario de Fátima" y
desde ahí nos gritó:
¡El Capi es mi amigo, él y sus compañeros nos van ayudar!
A bordo de "Rosario de Fátima", Oxígeno nos
contó que la lancha patrulla tardó en alcanzarlo porque él le metió duro para
que lo detuvieran lejos de nosotros. Cuando la lancha patrulla lo alcanzó,
Oxígeno se dio cuenta que quien capitaneaba la lancha patrulla era su amigo.
Han pasado muchos años después de aquella madrugada y
todavía me reúno con Martín y Pedro, al menos una vez al año. Siempre al tomar
el primer trago brindamos por “La Naty”, “La Pris” y mi Inés.
He leído que de 70 prófugos que han escapado de la Isla
María Madre en los últimos quince años, las autoridades de la isla solo
capturaron a cuatro. Las autoridades opinan que probablemente a los demás se
los comieron los tiburones.
La costa del Estado de Nayarit es benevolente,
proporciona todo para vivir, solo hay que tomarlo. No es necesario delinquir
para sobrevivir. Por eso varios de los que escapan del penal de las Islas
Marías, se quedan en la costa de Nayarit.
Son ciudadanos reformados por el mar. El mar enseña a ser pacientes,
tenaces y solidarios.