Autor David Gómez Salas
Recuerdo con tristeza a un amigo, que quise como a un hermano. De los trece a los diecisiete años, crecimos juntos, les digo.
Después me fui de aquella ciudad, dejé de verlo siete largos años. Un día regresé a visitarlo en Navidad y fin de año.
Mis paisanos me dijeron: murió hace casi un año. Unos dicen: se suicidó. Otros: lo mató su hermano.
Mi amigo, tenía gran temple, era valiente y equilibrado. Exitoso con las mujeres, con dinero y honrado. No lo imagino pesimista deprimido, ni derrotado
Quise ver a su madre, una santa. Sus hermanas me bloquearon, no pude cruzar la puerta; el acceso, ellas cerraron.
Me dieron un argumento extraño: Tu presencia la hará recordar cuando vivía feliz mi hermano y al verte volverá a sufrir. ¡Por eso te debes ir!
Aunque no les creí, por prudencia me retiré. Recordé a mi gran amigo y dentro de mi… lloré.
Han pasado muchos años de aquellos acontecimientos. Pero en este caso, el tiempo no ha borrado mi descontento.